A comienzos del
siglo XVII, el P. Domingo de Jesús María, gran carmelita descalzo aragonés,
encontró en Roma una imagen de la Santísima Virgen abandonada y despreciada
entre escombros. Fray Domingo decidió
cuidar y encomendarse a dicha imagen. Un
día, la imagen le habló y le aseguró que concedería las gracias que le pidiesen
quienes buscasen refugio en ella y la venerasen en dicha imagen, de modo
particular quienes pidiesen por la liberación de almas del Purgatorio.
El cuadro y el
carmelita acompañaron a las tropas imperiales a la Montaña Blanca de Praga hace
ahora cuatrocientos años, donde gracias a la intercesión de la Madre de la
Divina Gracia los tercios infligieron una imponente derrota a los rebeldes
reformados, ganando Bohemia al catolicismo casi hasta nuestros días. En parte, se entiende la tirria protestante
hacia la Santísima Virgen.
Fray Domingo
iba continuamente arengando a las tropas imperiales.
La imagen
permaneció diez anos en Munich, venerada por los Wittelsbach, pero pasó
seguidamente a manos de los Habsburgo en Viena.
En una segunda manifestación milagrosa, la Madre de gracia aseguró a los
residentes del palacio imperial que ella siempre protegería a la Casa de
Austria, pero con una condición importantísima:
Que el emperador fuese “piadoso y devoto de Nuestra Señora”, lo que por
desgracia no siempre ocurriría.
Recientemente, una joven Habsbugo ha reconocido que su antepasado José
II, liberal e ilustrado, fue “la oveja negra de la familia”.
La emperatriz,
extraordinaria veneradora de la imagen y de lo que ésta representaba, se llevó
el cuadro al convento de carmelitas de Döbling, al norte de la capital austriaca,
donde todavía cuelga hoy en día. Los polacos del rey Juan Sobieski y los
vieneses se encomendaron a ella cuando los turcos volvieron a intentar
conquistar la ciudad un siglo después de Lepanto y la Madre de gracia no les
defraudó, ya que Viena fue liberada, al grito de “Dios salve a Polonia” y el
Gran Visir tuvo que huir. Sobieski envió
al Papa el estandarte del jefe otomano con una carta en la que, parafraseando a
Julio César pero haciendo la cita mas católica, escribió: “Vinimos, vimos, Dios venció”.
La imagen fue
coronada en 1931 por el Cardenal Piffl, Principe Arzobispo de Viena, en nombre
del Papa Pío XI.
El proceso de canonizacion de Fray Domingo se
inicio en 1676; en 1907, San Pio X lo proclamo venerable; los sucesivos hitos hasta su elevacion a los altares esperan en las instancias vaticanas.